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La posición internacional de Comisiones Obreras (1962-1990)
Fundación Francisco Largo Caballero. Universidad Luiss Guido Carli, Roma. Seminario 13-14 de diciembre de 2016, Roma.
Ponencia de Juan Moreno
Exsecretario de Internacional de CCOO
Miembro del Consejo Asesor de la Fundación 1º de Mayo
1. El surgimiento de las Comisiones Obreras durante la dictadura fascista. 2. “Ilegalización” y represión. 3. La “neutralidad” de CCOO ante las organizaciones sindicales mundiales hasta 1996. 4. La Delegación Exterior y la solidaridad internacional. 5. Las asociaciones de emigrantes y las Comisiones de Solidaridad. 6. Las denuncias ante la OIT. 7. El ingreso de CCOO en la CES.
1. El surgimiento de las Comisiones Obreras durante la dictadura fascista
Después del periodo de máximo terror, a mediado de los años cincuenta finalizó la etapa de aislamiento político del régimen franquista y de autarquía económica. De manera tímida y gradual se introdujeron algunos cambios legislativos que, como la Ley de Convenios Colectivos de 1958, abrieron nuevos espacios para la lucha sindical.
Los planes de estabilización conllevaron fuertes alzas del coste de la vida y surgieron brotes de protesta en muchas empresas que germinaron en la aparición esporádica de comisiones de obreros o comisiones obreras para canalizar los conflictos laborales donde la representación sindical legal no estaba de la parte de los trabajadores, lo cual era habitual. Esas comisiones de trabajadores paralelas a la representación oficial normalmente solo duraban mientras se resolvía el conflicto o se elegían nuevos representantes legales.
Con la llegada masiva a las ciudades de inmigrantes procedentes del campo surgió un nuevo movimiento obrero heredero de la tradición reivindicativa del proletariado derrotado en la guerra civil.
Los estudios sobre la formación de CCOO consideran que son las grandes huelgas mineras asturianas de 1962 las que impulsan la evolución de esas primeras “comisiones espontáneas” en un movimiento organizado de oposición de los trabajadores a la dictadura y a su sindicato oficial.
Max Gallo[1] se refiere al surgimiento y primera etapa de CCOO: A partir del otoño de 1961 la tensión social está presente en todas partes (…) Los trabajadores crearon en muchas empresas Comisiones Obreras (…) Estas comisiones no son la creación de una corriente política, pero naturalmente los militantes comunistas, socialistas o católicos, se insertan en ellas, y el Partido Comunista tratará de extenderlas y generalizarlas al conjunto del país.
También Emilio Gabaglio, dirigente de la CISL italiana, en un artículo publicado en 1967 titulado “Le Commissiones Operaie in Spagna”, decía: Nace una suerte de “sindicalismo paralelo” respecto al “oficial”. En las Comisiones Obreras así como hoy se presentan parecen confluir elementos de diversa extracción ideológica y en gran parte trabajadores de las nuevas generaciones.
Determinante de la aparición de CCOO fue la confluencia entre comunistas y católicos. La política de Reconciliación Nacional aprobada por el PCE en 1956 (que incluía abrir un diálogo con los cristianos) y los cambios en sectores de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II (iniciado en 1962) facilitaron la convergencia de militantes comunistas y de algunas organizaciones obreras católicas en España como HOAC, JOC, AST o USO.
Compartían objetivos básicos como la defensa de los trabajadores frente a los patronos, la confrontación con el Sindicato oficial y la orientación en favor la democracia. A diferencia de UGT o CNT, tanto católicos como comunistas eran partidarios de la participación en las elecciones de “enlaces” (delegados) en las empresas. Los contactos entre los nuevos enlaces elegidos en 1963 favorecieron esa confluencia.
Solo los representantes legales podían negociar los convenios colectivos, por ello tuvo mucho éxito la táctica de combinar medios legales y acciones ilegales, como la manifestación o la huelga. Eso favoreció la movilización de millones de trabajadores en las luchas de los años sesenta y setenta.
Con el apoyo de algunas de las estructuras legales católicas y del aparato clandestino del PCE y de otros grupos de izquierda cuajaron en muchas provincias, y en un periodo no muy largo (entre las elecciones sindicales de 1963 y las de 1966), lo que sería el movimiento socio-político de las Comisiones Obreras.
2. “ilegalización” y represión
Se ha hablado a menudo de una supuesta tolerancia inicial del Régimen hacia las Comisiones Obreras. Lo cierto es que desde su aparición fueron perseguidos sus activistas. La audacia de las primeras Comisiones de constituirse y actuar en asambleas abiertas en las sedes de los propios sindicatos verticales, como la del Metal de Madrid de 1964 creada entre otros por Marcelino Camacho y Julián Ariza , causó sorpresa en el Régimen que, sin embargo, no tardó en reaccionar.
La primera gran ofensiva represiva que la dictadura lanzó contra las Comisiones Obreras fue entre1966 y 1967. Destituciones de varios miles de cargos sindicales electos (las candidaturas independientes apoyadas por CCOO y USO habían ganado en 1966 en los grandes centros obreros); miles de detenciones y procesos. Los “estados de excepción” de 1969 y 1971, fueron encaminados a reprimir a los movimientos estudiantil y obrero, y muy severamente en el caso de Comisiones..
Las sentencias del Tribunal Supremo de 1967 y 1968 “ilegalizando” a CCOO (que nunca había sido legal) fueron la cúspide de la ofensiva represiva. El Tribunal de Orden Público (TOP) desde su creación en diciembre de 1963 hasta su disolución en enero de 1977 presentó esta hoja de servicios a la Dictadura: 3.798 sentencias emitidas; 2839 condenatorias, es decir un 74% de sentencias condenatorias y 25% absolutorias[2] De estas sentencias, una parte sustancial fue para militantes y dirigentes de CCOO. Solamente en lo que se refiere al delito de asociación ilícita, entre 1967 y 1976, el Tribunal Supremo dictó, en causas procedentes del TOP, 165 sentencias de las cuales 47 eran contra CCOO.
3. La posición de “neutralidad” de CCOO ante las organizaciones sindicales mundiales hasta 1996
CCOO desde sus primeros documentos, en tanto que movimiento plural, se propuso como objetivo máximo alcanzar la libertad sindical y desde ella constituir una central sindical unitaria.
Esa propuesta que mantuvo hasta que, a mitad de 1976, se hizo evidente que la UGT solo respaldaría la unidad de acción pero no el “Congreso Sindical Constituyente” que proponía CCOO.
Es en el cuadro de ese proyecto unitario que CCOO se mantiene alejada de cualquier afiliación internacional. La primera aproximación a esta postura se haría en el “Proyecto que los trabajadores proponen ante la nueva Ley Sindical” (Asamblea de la iglesia de Orcasitas, Madrid, mayo de 1967): “El futuro sindicato obrero deberá proclamar su adhesión al principio de solidaridad y unidad internacional y en su día decidir democráticamente las vinculaciones internacionales que procedan”
Esto se reiteraría en el “Manifiesto de Unidad Sindical” de 1976 donde CCOO propone no adherir a ninguna de las centrales mundiales “salvo que por consenso general expresamente manifestado se considere oportuno o necesario formar parte de alguna organización unitaria de carácter internacional”.
Fue sin duda un acierto que permitió a CCOO tener un perfil propio y mantener buenas relaciones con organizaciones de muy distintas tendencias, y a la vez no poner en peligro su unidad interna por tema tan sensible como la afiliación internacional.
Más tarde ya legalizada como sindicato la Confederación de CCOO incluye la no afiliación internacional en la Definición de Principios de los Estatutos desde el 1º congreso de 1978 hasta el 5º congreso de 1995 en que se elimina la prohibición para posibilitar la petición de afiliación a la CIOSL que se obtendría en junio de 1996. El cambio de postura de CCOO tenía su justificación en la terminación de la “guerra fría” causante de la división sindical mundial. La CIOSL ya se había ampliado con muchas centrales independientes, como la CFDT o la CGIL y otras procedentes de la FSM, camino que le llevaría en pocos años a impulsar la creación de la actual CSI.
Pese a la definición “neutralista” de CCOO, en muchas ocasiones, incluso en documentos, se dice que CCOO formaba parte de la FSM o que recibía mucho apoyo de la internacional de Praga. Nunca fue miembro pleno, ni miembro asociado.
Lo cierto es que la DECO se planteó obtener el apoyo conjunto de las tres Internacionales, algo que solo se logró en el marco de la OIT o en momentos de especial represión en España. Individualmente la CIOSL apoyaba a su afiliada, la UGT y la CMT a la USO, por lo que CCOO solo logró una colaboración estable por parte de la FSM, a cuyos congresos y conferencias acudía a veces en calidad de invitada.
La pluralidad política interna inicial de CCOO se había debilitado por el alejamiento de una parte de los grupos católicos, que acusaban de hegemonismo a los comunistas mientras que éstos atribuían la separación de esos militantes a la dureza de la represión policial sobre CCOO. También debido a que el grupo católico más grande, la ORT, aunque siguió en Comisiones dejó de ser católico y pasó a definirse como comunista, de línea más radical que el PCE. La innegable preponderancia de comunistas del PCE en los niveles de dirección de CCOO en el tardofranquismo no significó un cambio de postura en relación a las Internacionales sindicales.
Por una parte seguía en pie la aspiración de sustituir el Sindicato fascista por una Central Unitaria, por lo cual no convenía alinearse internacionalmente. Por otro lado los mismos comunistas españoles pasaron a ser “sospechosos” ante los sindicatos del Este a partir de la condena del PCE de la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968.
Cuando más adelante algunos sectores minoritarios de CCOO empezaron a presionar a favor de una aproximación de CCOO a la FSM, lo hacían sobre todo como forma de combatir la línea “antisoviética” del PCE.
Puede decirse en síntesis que las relaciones entre la FSM y CCOO fueron de colaborativas durante la dictadura y frías en la etapa democrática, pero siempre respetuosas por ambas partes. Carlos Elvira reconocía en una entrevista para Gaceta de Derecho Social que: “En honor a la verdad, debo decir que la primera organización mundial que comprendió perfectamente nuestro movimiento fue la Federación Sindical Mundial (FSM)”. Fue en el marco de la OIT donde la FSM mas ayudó a CCOO para obtener su presencia en las Conferencias de Ginebra.
La FSM conociendo la posición mayoritaria de los “eurocomunistas” en CCOO nunca hizo una presión fuerte para obtener su afiliación.
4. La solidaridad internacional y la Delegación Exterior de CCOO
Desde el final de la guerra de España, la solidaridad con el pueblo español fue una constante de la izquierda y del sindicalismo democrático mundial.
La mejor forma de denunciar los despidos, detenciones y procesos a militantes obreros, estaba en el extranjero, pues la prensa en España o era abiertamente franquista o estaba maniatada. El apoyo de las centrales mundiales CIOSL, FSM y CMT y de los sindicatos nacionales europeos, cobró gran importancia para mantener la moral de los militantes y en menor medida para socorrerlos a ellos o a sus familias.
Comisiones Obreras, en coherencia con su carácter de movimiento, no se estructuró orgánicamente en el exilio. Tenía una Oficina en Paris desde la cual se actuaba para difundir internacionalmente la situación social española apoyándose en los sindicatos de cada país y en las asociaciones de emigrantes españoles.
EL PCE había creado en París un Comité de Solidaridad con España (CISE) dirigido por el poeta Marcos Ana, recién liberado la cárcel. En 1963-1964, tras las huelgas de Asturias, decidió crear también un comité similar y puso al frente a Carlos Elvira quien, al igual que Marcos Ana había estado condenado a muerte y pasado más de veinte años en las prisiones empezando por la improvisada de Porlier, en Madrid, en la que se conocieron.
El “Comité de Soutien aux Travailleurs Espagnols”, se transformó en Delegación Exterior de Comisiones Obreras, cuando esta, en 1967, se organizó a nivel nacional y la DECO pasó a depender de la Coordinadora General de CCOO, con la cobertura de la CGT francesa. Se incorporarían a la DECO varios militantes que habían tenido que exiliarse como Ángel Rozas, de Barcelona o como Pedro Cristóbal de ORT.
La tarea principal que se hizo desde la DECO era la demanda de solidaridad a los sindicatos europeos (de todas las tendencias) y de otros continentes con la lucha que lideraba en el interior CCOO. Desde la DECO se atendían las peticiones para participar en acciones de protesta en todo el mundo mediante manifestaciones y a veces para testimoniar en mociones en los parlamentos o congresos de partidos u organizaciones sociales.
La DECO editaba sus propios boletines, que enviaba a numerosos países, y algunos folletos como el de los “Documentos Básicos de Comisiones Obreras”, que incluía las principales declaraciones de los órganos de CCOO entre 1966 y 1969 y que alcanzó una gran difusión. De esta publicación en Canadá hicieron en 1971 una versión en inglés que ayudó a difundir por todo el mundo lo que eran las CCOO.
La solidaridad económica, procedente especialmente de Europa, se alimentaba, por un lado, de la amplia red asociativa de la emigración española y, por otro, de organizaciones sindicales. La DECO canalizaba esas ayudas a las Coordinadoras de las distintas zonas para socorrer a los represaliados y para el funcionamiento de los órganos clandestinos, boletines, viajes, reuniones, etc.
La propaganda del Régimen acusaba a CCOO de estar financiada desde los países del Este, pero lo cierto es que la solidaridad económica nunca alcanzó cifras muy grandes y provenía muy mayoritariamente de Europa occidental. Según consta en los archivos de la DECO, depositados en la Fundación 1º de Mayo en 1976, el último año contabilizado, el total de ingresos de la DECO fue de 1.169.175 francos franceses (el cambio ese año estaba en 13,82 pesetas por un franco). De ese dinero, unos 700.000 eran de sindicatos occidentales, CGT y CGIL, principalmente.
Pero hubo otras acciones importantes de la DECO como la aproximación a la CES.
También hay que resaltar la campaña por la libertad de los dirigentes de CCOO en el famoso “Proceso 1001” que fue enorme. La DECO organizó debates y mítines en todo el mundo a los que acudieron familiares de los procesados y militantes del interior, y algo parecido se hizo con los acusados en el “Juicio de los 23” de Ferrol.
La organización de la Exposición “Que trata de España” (Milán, marzo de 1972) fue una iniciativa de la agrupación madrileña de artistas plásticos del PCE, pero fue la DECO quien gestionó con CGIL-CISL-UIL su celebración. Se expusieron cuadros donados por los más conocidos pintores españoles (Picasso, Miró, Tapies, Saura, Genovés..) en beneficio de la solidaridad con CCOO. La presencia de Alberti, María Teresa León o Pablo Neruda dio mucho realce a este acontecimiento.
Las relaciones entre el sindicalismo español e italiano darían un salto cualitativo, gracias los vínculos entre las CCOO de SEAT de Barcelona y los sindicatos de la FIAT con el seminario de empresas multinacionales metalúrgicas y químicas de Candia (Turin, julio de 1974) junto a las federaciones FLM y FULC. CCOO estuvo muy ampliamente representada entre los casi 100 delegados trabajadores venidos principalmente de Barcelona y, de otras ciudades como Bilbao o Madrid. Este encuentro sindical internacional no tenía precedentes pero marcó las futuras relaciones de algunas federaciones de rama de CCOO, que se vincularon muy estrechamente a los italianos y trataron de imitar su modelo de negociación y de representación.
5. Las asociaciones de emigrantes y las Comisiones de Solidaridad
Es imposible referirse a todas ellas pero cabría resaltar a modo de ejemplo a la Asociación de Trabajadores Españoles Emigrantes en Suiza (ATEES), creada en 1968.
Cuando, a mitad de los años sesenta, el movimiento de CCOO tomó auge empezaron a formarse en muchos países las Comisiones de Solidaridad con Comisiones Obreras compuestas por emigrantes españoles. La primera de ella se constituyó en Lausana (Suiza) en enero de 1967 y este movimiento fue extendiéndose .
En Francia, donde residía una buena parte de los emigrantes españoles, no se crearon las Comisiones de Solidaridad porque la CGT y el PCF no estaban de acuerdo, temiendo que se tratara de una organización que entorpeciera la afiliación de los emigrantes españoles en los sindicatos franceses.
Las Comisiones de Solidaridad funcionaron de forma paralegal en Europa, en Canadá y en Australia, sin acogerse a las leyes de asociación de aquellos países, pero con actividades abiertas propias de una asociación legal. Establecieron a partir de junio de 1968 una coordinación a nivel europeo. Desde la DECO se hacían visitas a las ciudades de mayor implantación de la emigración y de las Comisiones de Solidaridad, y hacia ella se canalizaban las ayudas económicas de los emigrantes para la lucha obrera en España.
El entramado de Comisiones de Solidaridad constituyó en cada país comisiones de coordinación que a su vez nombraban un delegado ante la DECO. Durante los días 28 de febrero y 1 de marzo de 1970, se celebró una Asamblea de representantes de estas Comisiones de Solidaridad asistiendo delegaciones Alemania, Bélgica, Holanda, Francia, Suiza, Inglaterra y Suecia.
6. Las denuncias ante la OIT
También es destacable el papel de Carlos Elvira como representante de CCOO en las denuncias en las conferencias anuales de la OIT en Ginebra. La labor de CCOO y UGT en la OIT consiguió que ésta formara un grupo de estudio que visitó España en 1969. Aunque la delegación de la OIT visitó en la cárcel al líder de Comisiones, Marcelino Camacho, CCOO emitió un comunicado el 1 de junio de 1969 lamentando que la OIT hubiera visitado el país estando en vigor el estado de excepción y denunciando la falsedad de las reformas del sindicalismo vertical.
En junio de 1973, en Ginebra se organizó una gran manifestación en la que habló Carlos Elvira exigiendo a la OIT el reconocimiento de los sindicatos democráticos españoles. En enero de 1974, durante la Conferencia Regional Europea de la OIT, el Grupo de los Trabajadores, a iniciativa de la FSM y de la CIOSL, votó la inclusión en el mismo de Carlos Elvira y de Miguel Sánchez-Mazas como representantes de CCOO y UGT en el Grupo de los Trabajadores de la Conferencia. Noel Zapico presidente de la delegación verticalista oficial, sorprendido por la propuesta, reaccionó de forma virulenta: “Aceptaría que Carlos Elvira figurase en la Delegación Soviética, pero que en lo concerniente a los trabajadores españoles yo soy su único representante”[3].
Meses más tarde en la conferencia de mundial de junio, el Grupo de los Trabajadores reconoció formalmente a UGT, CCOO, USO y ELA-STV.
7. El ingreso de CCOO en la CES
Poco antes del congreso fundacional de la CES (8-9 de febrero de 1973), el responsable de organización de UGT, Antonio García Duarte, escribió desde Toulouse una carta dirigida al secretario general de la FGTB, anfitrión del congreso, y al secretario general de la CESL (organización precedente de la CES) Theo Rasschaert, reclamando que UGT fuera invitada al congreso, algo que en principio no estaba previsto:
Precisamente en un momento en que la Federación Sindical Mundial y los partidos comunistas europeos se emplean sin descanso y con importantes medios, a penetrar y a organizar la masa de trabajadores emigrantes (a los que llaman el «subproletariado europeo») vuestra actitud hacia la UGT no nos parece nada oportuna. La UGT combate sobre el terreno las tentativas de implantación de Comisiones Obreras y del Partido Comunista Español en Europa[4].
CCOO ingresaría en la CES 18 años después de su creación. En ese periodo hubo una dura batalla político-diplomática que se inició desde París, cuando la Delegación Exterior de Comisiones Obreras (DECO) a los once días de crearse la CES, escribió a su presidente, Victor Feahter, pidiendo una reunión «para familiarizarnos con las condiciones necesarias para la posible afiliación de Comisiones Obreras a la Confederación Sindical Europea».
Finalizó el 14 de diciembre de 1990 (segundo aniversario de la gran huelga general del 14-D) cuando la unidad de acción entre UGT y CCOO se había fortalecido en España y cuando la renovación interna en CCOO, con la llegada a la secretaría general de Antonio Gutiérrez, relanzó su proyección europea. Pese a que la unidad se había enturbiado en ese año por la llamada “guerra de los preavisos” para las elecciones sindicales, el Comité Ejecutivo de la CES, reunido en Roma, votó por unanimidad (con las abstenciones de FO y CFTC de Francia) el ingreso de CCOO en la CES. Hay que decir que durante ese proceso las relaciones entre CCOO y UGT (y entre sus departamentos internacionales) no se enturbiaron ni se agriaron tanto como ocurrió en otros países .
La DECO demandó una reunión formal con la CES, que se llevó a cabo en Bruselas el 9 de septiembre de 1975. La delegación de CCOO estuvo encabezada por Cipriano García, que dirigía la Coordinadora General tras la detención de Camacho, Sartorius, Saborido…en 1972. Hacia el 16 de febrero de 1976 Marcelino Camacho se entrevista en Bruselas con el Secretariado de la CES.
Fue en la Asamblea de CCOO de julio 1976, en Barcelona, (no autorizada por el gobierno) donde por primera vez se aprueban al máximo nivel las gestiones que desde París se habían hecho para iniciar la demanda de afiliación. El “Informe de la situación socio-política” que presentó Nicolás Sartorius, además de hacer una valoración muy positiva de la labor de la Delegación Exterior concluye así la referencia a este tema:
“Nosotros creemos que ha llegado el momento de reiterar desde esta asamblea la decisión tomada por la dirección de CC.OO. de pedir conversaciones con la CES al fin de llegar a un acuerdo de integración en esa Confederación en la que están prácticamente todas las fuerzas sindicales europeas, de todas las tendencias”.
Hubiera sido muy complicado estatutariamente que la CES aceptara en su seno a un movimiento que todavía no se consideraba asimismo como un sindicato, pero se vería inmediatamente, a raíz de la transformación de CCOO en Confederación Sindical en octubre de 1976, que ese no era el principal problema.
El largo y polémico expediente de CCOO[5], que puso a la CES al borde de la ruptura en 1981, fue una muestra más de las dificultades que tenía el sindicalismo europeo en su conjunto para superar las viejas lógicas de la guerra fría, en las que, en lo esencial, seguían instaladas las grandes organizaciones mundiales, CIOSL, FSM y CMT. Todo esto es bien conocido.
El “problema comunista”, pero también el encaje de los “sindicatos cristianos” preocupaban hondamente en la CIOSL, que temían la conformación de una CES ideológicamente plural, y por tanto independiente de la familia del “sindicalismo libre”.
Todos los estudios sobre el sindicalismo internacional de posguerra reconocen que la AFL-CIO de Estados Unidos, se atribuyó el papel de paladín de la cruzada anticomunista en el mundo sindical y laboral. La tibieza con la que la AFL-CIO acogió la creación de la CES se convirtió en beligerancia, cuando ésta no solo se abrió a los sindicatos de la CMT sino también a la CGIL, y pretendía acoger también a CCOO. La AFL-CIO acababa de volver a la CIOSL, en enero de 1981, después de doce años de ausencia (nunca se salió sin embargo de la regional americana, la ORIT) por discrepancias con los sindicatos europeos y la propia CIOSL sobre la “Ostpolitik” y la guerra de Vietnam.
Además de las diferencias políticas estaban las distintas prácticas sindicales en España en la recién recuperada democracia. La dura confrontación en la acción sindical cotidiana (con fuertes desencuentros en la concertación y en leyes como la del Estatuto de los Trabajadores de 1979) desaconsejaba, según UGT y ELA-STV, la concesión de una legitimidad democrática internacional a CCOO pues sería utilizada por la nueva afiliada para mejorar su relación de fuerzas en el plano nacional en prejuicio de UGT.
El año 1981 fue muy significado para la demanda de afiliación de CC.OO. Se celebró el II congreso de CCOO (Barcelona, 18-21 de junio) al que asistió una delegación de la CES encabezada por François Staedelin, militante de CFDT y secretario confederal de la CES. El informe de Staedelin fue muy positivo sobre el desarrollo democrático del congreso y sobre las posiciones europeístas adoptadas.
Se aproximaba el momento en que el Comité Ejecutivo debería votar sobre la afiliación de CCOO, y todo indicaba que con el informe Satedelin CCOO alcanzaría los dos tercios necesarios. Entonces surgió el órdago de la DGB y su amenaza de abandonar la CES si eso sucedía:
“El Presidente de la DGB ha hecho entrever graves consecuencias si una mayoría de la dirección de la CES no tiene en cuenta estas valoraciones. Se plantearía la retirada de la DGB de la CES”.
Esta nota del servicio de prensa de la DGB tras la visita de su presidente H.O. Vetter a Portugal y España (en las que se entrevistó con ambas UGT, con Mario Soares y con Felipe González) causó un fuerte impacto. Al mismo tiempo la DGB encargó un informe a sus servicios jurídicos sobre las consecuencias legales del posible abandono de la CES como prueba de que su amenaza iba en serio. El presidente de la CES el socialista Wim Kok (futuro primer ministro de Holanda), protestó ante Vetter, presidente de la DGB por lo que consideraba una presión inaceptable. En el mismo sentido se pronunciaron por carta los líderes de las tres centrales italianas, Lama, Storti y Benvenuto.
Pero la postura de la DGB, apoyando la oposición de las afiliadas españolas UGT y ELA-STV al ingreso de CCOO consiguió su objetivo pues la votación del CE de la CES de los días 17 y 18 de diciembre se saldó con 18 votos a favor del ingreso , 13 en contra y una abstención, es decir que CCOO no alcanzó la mayoría cualificada.
Después de esa votación se redoblaron los intentos desde algunos sectores de CCOO y desde algunos sindicatos de la FSM para que CCOO se uniera a una especie de club de los excluidos de la CES es decir para que CGT de Francia, CGTP de Portugal y CCOO formaran una coordinadora europea competidora de la CES. Sería el primer paso para la configuración de un fuerte polo comunista orientado desde la FSM.
Aquella operación no salió adelante porque CCOO y CGTP vieron claro que con ello se marginarían del grueso del movimiento sindical europeo, y que esa coordinadora jugaría un papel divisionista y estéril.
Mi primer viaje como secretario de internacional de CCOO a principios de 1988 fue a Paris para dejar claro a la CGT (cuyo secretario general Henri Krasucki era el presidente de la Comisión Europa de la FSM) que CCOO no estaba de acuerdo con dar ese paso. Al mismo tiempo aseguramos a la CGT, que siempre había sido muy solidaria con nosotros, que mantendríamos los lazos fraternales y el trabajo conjunto en los sectores y empresas multinacionales.
CCOO ralentizó su actividad internacional después del fracaso de 1981, pero a partir de 1988 lo retomó con fuerza uniéndose a las convocatorias de movilización de la CES, sin ser aún miembro de ella, volcándose también América Latina, y enlazando con algunos sindicatos hasta entonces hostiles, como la propia DGB, hasta la adhesión plena de 1990. Tuve la satisfacción de contar a Serafín Aliaga, en el hospital donde moriría poco después, que el objetivo al que tantos esfuerzos dedicó como secretario de internacional de CCOO, estaba a punto de alcanzarse.
La estabilidad de la unidad de acción sindical en España, y la coincidencia de planteamientos ante Europa, hizo que CCOO y UGT trabajaran muy estrechamente en la CES, apoyando los planteamientos reformadores impulsados por Emilio Gabaglio desde su elección al frente de la CES en el congreso de Luxemburgo de 1991.
[1] GALLO, Max: Histoire de l’Espagne franquiste, 1969.
[2] DEL AGUILA, Juan José: El TOP, 2001.
[3] MARTÍNEZ QUINTEIRO, Esther: La denuncia del Sindicato Vertical, 1997.
[4] MORENO, Juan: Sindicatos sin fronteras, 1999.
[5] Los documentos y la correspondencia relativos a este expediente están depositados en la Fundación 1º de Mayo.